domingo, 13 de junio de 2010
Transparente, pero sin lógica alguna.
Me considero una persona “normal” con sus pros y sus contras como todos y cada uno de nosotros. Quizás un poco cabezota y negativa de vez en cuando, por no decir siempre. Hipervergonzosa y tímida. Me gusta llevar el control de mi vida y que en cierta forma todo sea perfecto, lo que provoca que sea inconformista en algunas situaciones. Odio no saber, a veces, como expresar lo que siento. Soy idealista lo que provoca que me desilusione si las cosas no salen como mi imaginación ha dictado. Me cuesta confiar en la gente. Me hacen feliz las pequeñas boberías. No me gusta ser el centro de atención. Soy exigente conmigo misma y con los demás. Soy un poco mandona. Soy romántica y por ello me hacen ilusión las cenas con velas, las palabras o los “símbolos” que sólo entienden dos, las palabras cariñosas, las escapadas en pareja, etc, etc, etc, por muy estúpido o cursi que pueda sonar. Soy un poco perezosa. No me gusta agobiar a la gente, no soy una cansina que repite las cosas mil veces. Seguramente lo diga una, dos o como muchísimo tres veces, pero no voy a tratar de convencer a alguien de que haga algo que no le apetece sólo por el echo de ser una pesada. Me falta iniciativa. Me cuesta pedir ayuda y siempre creo que yo misma podré solucionar mis problemas o al menos cargar con ellos. Mi mente funciona en un universo a parte. Soy irónica, a veces, demasiado. Me agobia la gente que sólo habla de uno mismo. Soy onomatopéyica. No creo en las casualidades. Me da miedo decepcionar a la gente. Odio que en algunas ocasiones mi parte racional se imponga ante mi parte emocional. Lloro con las canciones que me traen recuerdos. Detesto a la gente que miente. Me da miedo crecer por los cambios que pueda suponer. Me gusta escuchar y tratar de aconsejar poniéndome en el lugar del otro. Soy celosa. Espero demasiado de la gente. Adoro ver fotos y recordar viejos tiempos. “Siempre” quise estudiar medicina, sobre todo por tratar de lograr en un futuro lo que la medicina no pudo resolver en un momento de mi vida. Nací casi con unos patines ya puestos en mis pies. Adoro sentir la música y dejarme llevar. Seguramente el baile sea mi “pasión perdida” y siempre seguiré soñando con bailar encima de un escenario como hacía, a pequeña escala, en el colegio. Adoro a los perros y no falta el “que mooooono” cuando alguno de ellos pasa a mi lado. Estoy descubriendo una pasión oculta por cocinar, o más bien por experimentar en la cocina, que hacer lo de siempre aburre. Me encanta conocer nuevos lugares y por ello recuerdo con gran cariño la época de mi vida en la que más viajaba. Creo que no “podría sobrevivir” sin un ordenador. Me gusta el color morado. Taconazos o en plano, no me pidas tamaños intermedios. Tengo aracnofobia y últimamente también “cucarachofobia”. Siempre pongo dos despertadores en horas impares y separados cinco minutos. Me relaja escuchar el ruido del mar. Quiero una buena cámara para poder aprender a hacer fotos de verdad. Me pierde el chocolate y no lo cambiaría ni por una buena montaña de ositos. Me gusta la fiesta, aunque últimamente estoy sintiendo el peso de los años sobre mí. No sabría escribir sin mi pluma. Mi cerebro almacena un montón de fechas sin pedirme permiso. La peluquería es el segundo sitio donde menos me gusta ir después de al dentista. A mí también me gusta el lado frío de la almohada. Me cuesta entrar en una papelería y no comprar algo.
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